AQUELLA PAZ

La Paz Baja California Sur 3 de Septiembre 2010

AL ROJO VIVO

JESUS CHAVEZ JIMENEZ





No sea cursi, me dijo un lector la otra mañana. Ya no existe esa ciudad de la que usted habla y escribe muy seguido. Me dieron ganas de contestarle con otro calificativo, pero me acorde de los buenos principios que me inculcó mi madrecita. Y no lo hice. Pero no me aguante del todo. Y le respondí con un poco de dureza y tal vez por el corajito momentáneo, pero al fin tuve que doblar las manos y aceptar que la Paz, de La Paz, nos la robaron. Ese grosero placer de pitarle al vehículo que esta estacionado frente al de uno, ya no es dable, porque de pronto se bajan tipos mal encachados a cobrarte la pitada. Tampoco podemos salir a disfrutar nuestra Paz a nuestras anchas. Ya no vemos en las calles a los conocidos. Y si, rostros, nunca antes vistos. Y las placas de los autos, ya no son solo de BCS, sino de todos los estados y de otros países. Ya no vemos los rostros amables de nuestros paisanos. Ya no tenemos el orgullo de saber que este u otro buen negocio de la ciudad es de algún paisano, al cual podemos irle a pedir fiado. Ya no. Se ha perdido esa tranquilidad paceña y hasta el cambio climático ha hecho lo suyo, porque ese calorcito pegajoso, que embriagaba nuestros sentidos y nos lleva a saborear un buen refresco o una cerveza helada para mitigarlo ha desaparecido y se me figura que es otro calor y otras sensaciones. La Paz tiene nuevos inquilinos. Y queramos o no, tenemos que convivir con ellos. No hay de otra. Es, nuestra Paz. Una aldea común, que tenemos que verla así, común. Lo malo de todo esto, es que nuestros nuevos vecinos, no entienden nuestras cursilerías y nuestras nostalgias y nos dan las desagradables sorpresas de que no son, como nosotros quisiéramos que fueran. Y de vez en cuando nos damos cuenta que a quienes tenemos a nuestros lados o en nuestras mesas o en la chacota de un bar o de un buen deporte, son personajes de gran calibre. La Paz, se fue y no lloremos lo que hemos perdido.





GLOBALIZACION



Entendamos que esto tenía que pasar tarde o temprano, porque la avasallante globalización, ensanchamiento de mercados y de la búsqueda incesante del hombre de un bienestar familiar y personal, nos ubica en estos contrastes de lo que fuimos, de lo que somos. Y de lo que pronto seremos. Como quisiera, queridos lectores que mi cursilería manifiesta y reclamada, nos regresara otra vez, aquella Paz donde daba vergüenza ser malo. O donde se estiraba el cuerpo a nuestras anchas en un catre de lona en el patio de la casa, que obvio estaba de puertas abiertas. O donde las calles, tenían nuestras huellas. Y donde los rostros eran de nosotros mismos. Y en donde la sección policiaca era algo sin chiste. Y muchos íes, que ya nunca volverán.



VIDAS PARALELAS



“En aquella ciudad vivible, disfrutable, (La Paz) en la que las tensiones sociales eran mínimas, estudié desde el jardín de niños hasta el Instituto tecnológico. Siempre fui a escuelas públicas, y mis amigos generacionales provienen de aquellas instituciones. Mi familia, de clase media, fue partidaria siempre de la educación impartida por el Estado mexicano, y de ello me siento orgullosa”. Esto dice Esthela Ponce en su espacio de Internet, y yo se los paso a ustedes, tránsfugas del ciberespacio y lectores de periódicos, para que recuerden, con ella, los beneficios de una ciudad que se fue. Habría que recuperarla, para nuestros hijos y nietos.¿ O cómo ve?... El extraño retorno de Marina Garmendia al mando del IFE, nos ofrece muchas lecturas que en su momento tenemos que analizar. Pero antes hay que decir que esa institución, como el IEE, necesitan hacer a corto plazo exhaustivos ejercicios de credibilidad para que el ciudadano recobre la confianza en ellas. Y es que la verdad no la tienen en el momento. Y no hay que darle vueltas al asunto todo se debe a que agarran partidos. Hacen grupos y tuercen los sanos propósitos. Todavía no se olvida al grupo Universidad que copto al IFE y ya estamos ante su regreso. Hay que estar pendientes con esto…Un día especial. Gracias a Dios, ayer llegue a los 52 años. Volteo hacia atrás y me parece tan lejana ya la niñez, la adolescencia y no se diga mi añorada juventud. Son los tiempos que he vivido. Pero una cosa si me quedó clara ayer de que los viví con plenitud. A mis anchas, queriendo a mi estado que me regaló mi padre cuando nos trajo de otra entidad. Una vez le dije a don Pancho que nunca me iría de aquí. Solo muerto me sacan de esta hermosa tierra. Y cuando me duermo, creo que me muero y le digo a Dios, gracias por la vida que me diste. Y al despertar retorno con el mismo vigor, a seguir disfrutando esta fiesta que es vivir. Gracias a todas y todos los que ayer me hablaron para felicitarme. El mejor regalo es ese. Un detalle que guardo en mi corazón. Y sin presunción lo digo, si escribiría todos sus nombres, me faltaría espacio. Pero a todos, muchas gracias. Y como la vida, también es cruel, el telefonazo de doña Mary, de mi madrecita adorada, no llegó… Y amigos, con esto me despido. Deseándoles lo mejor de lo mejor. La vida. Y no olviden: Hagan el bien y sean felices.

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