JESÚS CHAVEZ JIMENEZ
Con marcada sorna mi hermanito Heriberto, decía que para arreglar un problema siempre había que meterle dinerito, para que se arreglará más pronto. Y tenía razón. Al tiempo. Y a nuestros días yo pienso que la reconstrucción total del estado necesita eso: dinerito que agilice las cosas. Y no me refiero a la despensa del presidente la de los estímulos fiscales y demás consideraciones. No. Se tiene que e rogar a fondos perdidos en muchos rubros. Hay sectores muy amolados que requerirán recursos frescos no tapizados por la burocracia. Hay ciudadanos que perdieron todo. Y a ellos no les vamos hablar de créditos y con donaciones. A ellos hay que darles material para que otra vez hagan su morada. Y buena dotación para que la hagan bien para futuras consecuencias. ¿De dónde saldrá el dinerito? Ese es el quid del asunto. Y el gobierno nos dirá de dónde.
A SI LO SENTI
Uuuuuuu. Escuché esa noche del pasado día quince. Y Tuve miedo. Era un ruido raro parecía humano. Eran las once de la noche. El susto hizo que me quedara dormido. Era la llegada del huracán Odile. Dios ayúdanos. Cuídanos. Y protégenos. Fue lo último que dije. A las tres de la mañana mi hija Francis, me despierta. Papá está muy fuerte el ciclón. Tengo miedo. Trate de tranquilizarla, pero creó que fue al revés. Y ahí estaba otra vez elruido.UuuuuuuUuuuuuu. Un zumbido mortal. Me asome por una ventana. Y vi agua. Viento, ruidos. Estruendos. Techos que caían. Postes que se doblaban. Otra vez el miedo. Un vacío me aprisiona el pecho. Tranquila. Le dije a mi cachorrita. No pasa nada. Ya no pudimos dormir. Mentí a mi hija. Si pasó algo: Odile se llevó mi patrimonio. Destrozo mi jardín. Mojo mis libros. Mis cuadros. Y Tumbo mis árboles
Me mato. Y me dejo vivo, para padecer no mí tragedia. Sino la de otros. Las de mis vecinos que se quedaron sin nada.
A las ocho después de ver el panorama desolador del patio de mi casa. Le dije a Francis. Vamos. Es hora de trabajar. Y despacio, muy despacio empezamos a circular por la devastación. En la calle tres el viento azotó un largo tráiler. Lo volteo y lo dejo atravesado. Más adelante sobre la Transpeninsular vimos destrozados la llantera de Pedro Macías de Lara. La taquería Los Joelines. Y sembrados en las calles aledañas unidades automotrices atascadas.
Me mato. Y me dejo vivo, para padecer no mí tragedia. Sino la de otros. Las de mis vecinos que se quedaron sin nada.
A las ocho después de ver el panorama desolador del patio de mi casa. Le dije a Francis. Vamos. Es hora de trabajar. Y despacio, muy despacio empezamos a circular por la devastación. En la calle tres el viento azotó un largo tráiler. Lo volteo y lo dejo atravesado. Más adelante sobre la Transpeninsular vimos destrozados la llantera de Pedro Macías de Lara. La taquería Los Joelines. Y sembrados en las calles aledañas unidades automotrices atascadas.
LOS DESTROZOS
Unas todavía con sus ocupantes en la cabina.
La Ferretería Raysol. Caída destruida. Y seguimos en el inventario visual de la tragedia. Otro trailers de costado. Y la escena peor. El Oxxo, quebrado. Al frente estaba una patrulla cuidando que el pillaje no se diera. O cuidando el patrimonio de los ricos. Y que los pobres se las arreglen como puedan. Más daños. Y las casas sin bardas. Sin rejas. Y la muerte verde, la que duele. La que lastima. La que aniquila. Los árboles caídos. La vida que se va en el hermano árbol. La hermana palmera. Las buganvilias que recuerdan a seres queridos.
El patio de mi casa huele a muerte. A desolación. A tristezas. A miedos. A desesperación. Nuestro viaje se extiende a colonias pobres. A residencias de ricos. Y se hermana un daño: la caída del cableado de energía eléctrica. Y teléfonos. Este daño alcanza a todos. La gira del recuento, incluye una vista al mar. Una mar que no es la nuestra. Es otra. La terregoza. La extraña. La diferente. La que no baila con suave compás, con los arpegios, ritmos y tonadas del viento. El viento. Ese enamorado de todos los días.
Esa agua. No lo es. Es la otra. La de las maldades. La de lo siniestro. La de los mares sigilosos que devoran hombres y naves. Volteo el rostro. No quiero ver. Y seguimos el recorrido. Un arroyo violento nos atrapa. Quedamos atorados. “esto nos pasa por mitoteros hija". Le digo. Y soltamos la carcajada. Pasa una familia y nos da un puchon. Pero nada. Gracias le decimos. Y ahí estamos.
VIDAS PARALELAS
La Ferretería Raysol. Caída destruida. Y seguimos en el inventario visual de la tragedia. Otro trailers de costado. Y la escena peor. El Oxxo, quebrado. Al frente estaba una patrulla cuidando que el pillaje no se diera. O cuidando el patrimonio de los ricos. Y que los pobres se las arreglen como puedan. Más daños. Y las casas sin bardas. Sin rejas. Y la muerte verde, la que duele. La que lastima. La que aniquila. Los árboles caídos. La vida que se va en el hermano árbol. La hermana palmera. Las buganvilias que recuerdan a seres queridos.
El patio de mi casa huele a muerte. A desolación. A tristezas. A miedos. A desesperación. Nuestro viaje se extiende a colonias pobres. A residencias de ricos. Y se hermana un daño: la caída del cableado de energía eléctrica. Y teléfonos. Este daño alcanza a todos. La gira del recuento, incluye una vista al mar. Una mar que no es la nuestra. Es otra. La terregoza. La extraña. La diferente. La que no baila con suave compás, con los arpegios, ritmos y tonadas del viento. El viento. Ese enamorado de todos los días.
Esa agua. No lo es. Es la otra. La de las maldades. La de lo siniestro. La de los mares sigilosos que devoran hombres y naves. Volteo el rostro. No quiero ver. Y seguimos el recorrido. Un arroyo violento nos atrapa. Quedamos atorados. “esto nos pasa por mitoteros hija". Le digo. Y soltamos la carcajada. Pasa una familia y nos da un puchon. Pero nada. Gracias le decimos. Y ahí estamos.
VIDAS PARALELAS
Y la lluvia empieza otra vez. La necesidad de salir crea chispazos de inteligencia. Empiezo a mover el volante para los lados. Hacía adelante le doy. Otra vez de reversa. Y moviendo el volante. De tanto maniobrar y después de acelerarle machín, sale el carro Y otra vez. Y más daños. Rejas caídas. Calles con arroyos. Tiendas cerradas. Y en la garganta las ganas de un buen café. Concluimos nuestro periplo. Los ojos de Francis tristes. Y no se aguanta. Y el reclamo ¿No que no pasaba nada ?El patio de mi casa esta triste. Y es particular...Y amigos por hoy es todo. Nos leeremos mañana reciban un fuerte abrazo. Y no olviden: hagan el bien. Y sean felices.
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